La hora de la reflexión y el entendimiento, junto con la necesidad de un cambio saludable, se ha instalado en muchos hogares de familias argentinas y del mundo. Ya no es el consumidor aislado, el individuo soltero o la pareja que consume en solitario, según una ideología o filosofía “personal” de vida. El nuevo consumidor busca mejorar su entorno. Las razones son variadas: salud, conciencia, cuidado.
Busca productos saludables, naturales, sustentables y ecológicos. Términos y conceptos como biodegradable, reciclable, compostable, bioplástico, papel Kraft, vidrio y envases de aluminio son cada vez más nombrados y sugeridos por los consumidores.
El consumidor consciente y responsable busca ávido, productos de extrema calidad y pureza; no contaminados, no tratados química o genéticamente, y no manipulados por un marketing engañoso y fraudulento. Responsabiliza al comercio, al distribuidor y al productor no solo por lo que consume, sino también por cómo se vende, cómo se expone y se presenta, cómo se produce y cómo se distribuye; tanto el packaging como su fórmula. Porque ingredientes, materias primas e insumos son parte de cómo modificamos y afectamos el entorno y el medio ambiente. Hoy, la trazabilidad de un producto es su huella ecológica.
Los consumidores saludables también se informan sobre las empresas que producen y distribuyen; se interesan por su grado de responsabilidad y de impacto ambiental, así como por su filosofía empresarial y política de negocios. Tratan de no consumir productos de empresas y corporaciones que solo buscan obtener grandes ganancias a bajo costo, disfrazando productos sintéticos convencionales como productos “ecológicos y naturales” o lavando la imagen de dichas empresas para que aparenten ser responsables (el llamado greenwashing).
Hoy, los consumidores responsables tienen la facilidad de utilizar el celular y aplicaciones para investigar de manera dinámica. En la misma góndola, pueden escanear un producto, una etiqueta o un ingrediente, y obtener información instantánea mientras realizan la compra o deciden no hacerlo, según los resultados obtenidos. Y esto no hace más que perfeccionarse. Con la inteligencia artificial (IA) podemos obtener hasta la biografía del responsable de producción o del chofer que transportó el producto. Esto no solo proporciona un nuevo marco para tomar decisiones de consumo, sino que también permite un aprendizaje consciente que se incorpora y se queda en el consumidor. Convirtiéndose este en un “consumidor con valor agregado”.
El consumidor también comienza a esclarecerse sobre los costos y los precios de los productos y brega por un precio justo. Sabe que los productos conscientes naturales, saludables, honestos, seguros y ecológicos suelen ser mucho más costosos que los de la industria convencional; en algunos casos, hasta triplicando su precio, ya que se producen a baja escala y la trazabilidad es costosa. Tanto las materias primas naturales y vegetales certificadas como los insumos biodegradables y reciclables tienen un valor mucho más alto en el mercado. Conociendo esto, no es posible permitir el abuso de los comercios con márgenes desproporcionados.
La diferencia en los costos es sustancial. La síntesis química permite reducir los costos de 10 a 1 respecto a un producto natural, y en algunos casos, esta diferencia puede ser aún mayor. Esto lleva a la especulación de las grandes multinacionales, que sostienen una producción masiva de productos convencionales con un alto porcentaje de derivados del petróleo y excipientes de la minería. Asimismo, es importante destacar la manipulación y explotación humana por parte de las grandes corporaciones, en forma directa o indirecta; ya sea a través de sus filiales en países del tercer mundo, o a través de la tercerización, o de sicarios económicos, o por la corrupción de voluntades gubernamentales para obtener leyes esclavistas y libres de impuestos.
Esto nos proporciona un panorama más claro y concreto de las demandas y exigencias emergentes por parte de nuestros consumidores y clientes, así como de la responsabilidad social de las empresas. Surge así la tendencia a preguntarse: ¿Quiénes están detrás de los productos que llevamos a nuestro hogar y compartimos con nuestros hijos y familia? ¿Los productos que consumo como veganos son producidos por una empresa de un holding que tiene un frigorífico? ¿Los envases biodegradables, reciclables o compostables son realmente ecológicos o su huella para producirlos es superior al impacto que generan? ¿Puedo creer que un producto es cruelty-free si el CEO de la compañía practica la caza como deporte?
Generalmente, tarde o temprano, las demandas y exigencias de los consumidores terminan satisfaciéndose, ya sea que las compañías productoras cambien sus políticas o sean reemplazadas por nuevas empresas que ven en esa demanda una oportunidad.
Escrito por Ignacio Conde, cofundador de Boti-K Puro. Publicado en Convivir Press en el mes de Agosto del año 2024.
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