En las últimas décadas hemos asistido pacientemente y obedientemente, como testigos, pero también como esclavos a uno de los cambios más vertiginosos y sin precedentes en la historia de la alimentación de la humanidad. A tal punto ha sido el cambio y la transformación, que ya no ingerimos alimentos naturales, salvo en muy raras excepciones.
Somos testigos, que el pollo perdió su sabor, el pan horneado también, también lo han hecho la mayoría de los quesos, las frutas y las verduras. Pero si solo se tratara del sabor no sería tan grave, han perdido casi todas sus propiedades y son reemplazados por aditivos de minerales y vitaminas sintéticas que un intestino dañado no procesa ni metaboliza.
Es el costo por el crecimiento de la humanidad y de la producción industrial masiva de alimentos. La tendencia al monopolio y el acaparamiento del mercado y el poder que esto conlleva, nos deja en un sumiso lugar de esclavos que deben conformarse con el mendrugo industrial ante la falta de una alternativa de alimentación saludable.
En una escala más humana y más saludable se diversificaría la producción, para mantener una producción a escala y habría muchísimos productores y mercados pequeños distribuidos por todo el mundo. Pero en cambio tenemos producciones extensivas a escalas inimaginables y muy poco saludables, forzando a la naturaleza para retener o madurar según los cambios de la oferta y la demanda mundial. Para esto se usan químicos de todo tipo y en cada una de las etapas de producción, desde la gestación, cría y conservación, como en la siembra, cosecha y almacenamiento.
La mutación genética para adaptarse a suelos y climas hostiles, como los miles de ingredientes químicos para contrarrestar plagas, para estacionarlos más tiempos, para madurarlos artificialmente o para producirlos lejos de la intervención de las manos del hombre
La tecnología robótica y la industria química, como los avances genéticos, en el afán de hacer más rentable y más monopólica la producción alimenticia a escala global, terminó sustituyendo los alimentos naturales por replicas. Replicas genéticas o sintéticas de casi todos los alimentos. Sustitutos que parecen reales, pero no lo son, ni en olor, ni en sabor, ni en propiedades nutricionales y muchas veces suelen ser un peligro para la salud, ya sea por los desequilibrios endocrinos que provoca o por que consume más energías que la que aportan para su digestión.
La metabolización deficiente de los alimentos se ha convertido en un mal mayor que afecta los intestinos de dos tercios de la población, afectando su sistema inmunológico en forma negativa y degenerativa.
La cantidad de dolencias y afecciones son múltiples y en un espectro muy amplio, que van desde problemas orgánicos, inmunológicos y neurológicos, hasta los últimos estudios realizados en Europa que probarían que muchos problemas psiquiátricos se deben a disfunciones metabólicas y deficiencias alimentarias.
Intestino permeable, celiaquía, Diabetes, Parkinson, obesidad, intolerancias, alergias, depresión, epilepsias, anorexia, bulimia y tantas otras que afectan a la población tiene su raíz en el sistema industrial de alimentos.
La Celiaquía es entre todas la que más movió el avispero de la industria alimenticia basada en harinas, lácteos, azucares y grasas hidrogenadas, pero esta alerta no fue suficiente, del mismo modo que no es sano cambiar harinas por almidones, no es bueno mantener una dieta no saludable, aunque Sin TACC, si ya tenemos el intestino dañado, por la cantidad de químicos y pesticidas que ingerimos y se acumulan en nuestro organismo.
Debemos tomar conciencia de nuestra alimentación y generar leyes que protejan una alimentación saludable para todos, lejos del lucro desmedido y monopólico de las grandes corporaciones. Los alimentos deben ser legislados para la salud de la población y no para el lucro de la ambición desmedida.
Ignacio Conde Nota Publicada en la Revista Convivir en Mayo de 2018
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