Negligencia Criminal, no es un término común en el hablar cotidiano de la gente, ni de los medios o las noticias diarias, sin embargo, es mucho más común de lo que podríamos imaginar.
Partiendo de la premisa de que lo perfecto no es saludable, porque es inhumano, concebimos un mundo lleno de errores y defectos, esto, si tenemos una visión pesimista, o un mundo humano que se ha desviado de un camino saludable, si nuestra visión está un poco más humanizada.
Negligencia, del latín Negligentia, es la falta de cuidado o el descuido. Una conducta negligente, por lo general, implica un riesgo para uno mismo o para terceros y se produce por la omisión del cálculo de las consecuencias previsibles y posibles de la propia acción. La negligencia está penada por la Justicia, ya sea civil o penal según el caso, Esta falta grave o culpa, generalmente, son punibles de una sanción en materia penal, que puede incluir la cárcel o severas multas según el caso.
Ser negligente está más allá de cometer errores humanos, es cuando el descuido o el desinterés por nuestras responsabilidades o por los demás nos llevan a cometer esos errores o accidentes, que no tienen vuelta atrás. Esos errores o accidentes pueden llegar a extremos criminales.
Si bien estamos acostumbrados por la cultura y los medios de comunicación a percibir estos fallos, errores o accidentes, como momentos espectaculares donde un maquinista se queda dormido al entrar a una estación, o si alguien derrama por accidente tóxicos en el agua; los hay de muchos modos y muchos son invisibles y silenciosos. Hay mucha negligencia cotidiana en todos los ámbitos de nuestras actividades, que no siempre detectamos o llaman la atención de los medios, la prensa o la gente en general.
La industria y los servicios son los principales protagonistas de actos de negligencia que perjudican en ocasiones a millones de personas y al medio ambiente en general. En este campo, entre lo previsible y lo imprevisible hay una gran brecha de oscuridad donde el común de la gente no tiene injerencia ni modo de informarse, la mayor parte de los desastres ambientales nacen a puertas cerradas detrás de las decisiones que se toman en los escritorios de las grandes corporaciones y gobiernos, pero todo es Top Secret.
¿Qué hace entonces el ciudadano de a pie cuando se entera de que la comida industrial tiene más de 4000 componentes tóxicos, cancerígenos y peligrosos para la salud mental? ¿Qué puede hacer cuando uno se entera que su hijo pequeño quedo con severos daños neurológicos después de haber sido vacunado, como es el caso que se viralizó en las redes por tener como padre protagonista a Robert De Niro?
¿Negligencia Criminal? ¿Conspiración? ¿Hay un modo de prevenirse? Obviamente lo primero es estar bien informados, pero en la era de la desinformación, esto también es complicado y peligroso. Uno puede obtener información y no saber después que hacer con ella. La información por sí sola no nos hace más inteligentes ni más preparados. Es necesario feed back con los que tienen el conocimiento, con los que tienen responsabilidad y sobre todos con mis pares, con los otros ciudadanos de a pie en un mundo que por su escalada negligente hacia la mayor rentabilidad va destrozando todo a su paso.
Errar es humano, perdonar es divino, cita una frase popular, pero estamos dejando atrás una sociedad humana para convertirnos en una sociedad negligente que no le interesa en lo más mínimo el prójimo, a no ser que sea consumidor de nuestro producto rentable. En un mundo tan convulsionado, donde cada día las interrelaciones entre todos son cada vez más estrechas, el efecto domino de la catástrofe está a un paso del error que podamos cometer.
Cuando tomamos conciencia del estado de cosas y hacemos el esfuerzo por no quedarnos estancados en la negligencia generalizada, nos damos cuenta que el ser solidario es mucho más que ayudar voluntariamente a otros, es un estado del ser en alerta con los demás y el entorno, es una actitud de vida.
La negligencia ocurre cuando anteponemos nuestros intereses egoístas por encima de los intereses comunes, los de toda la comunidad. Cuando no medimos o prevemos las consecuencias que provocara la falta de responsabilidad. Es incompatible la negligencia con una vida saludable. Una vida saludable implica un profundo respeto por la salud humana y ambiental y cuando este respeto se pierde nos encontramos inmediatamente en una actitud negligente.
Como decía mi abuela, no basta con buenas intenciones, es muy importante asumir nuestra responsabilidad como habitantes del planeta y tomar esa responsabilidad con nuestras propias manos para ponerlas al servicio de la comunidad. Desde nuestra actividad cotidiana, desde el lugar que elegimos estar y participar, es más que necesario asumir esa cuota de responsabilidad para no caer en una actitud negligente y ser cómplices de un sistema de obsolescencia programada diseñado para lograr mayor rentabilidad sin tomar en cuenta a la gente o al medio ambiente.
Ignacio Conde
Nota Publicada en la Revista Convivir en Septiembre de 2016
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