La piel es el órgano más extenso, la primera línea de defensa de nuestro organismo contra los agentes externos. Es la barrera contra la invasión de microorganismos y contaminantes producto de la polución ambiental. La piel ayuda a regular la temperatura corporal y por medio de la sudación, excreta agua, sales y diversos desechos del metabolismo, ayudando así a desintoxicar el cuerpo. Es el órgano más grande y sensitivo de nuestro cuerpo físico y el más expuesto al mundo exterior. Necesitamos cuidarla.
Los químicos sintéticos, las fragancias artificiales, perfumes, colonias, jabones, preservativos, colorantes artificiales, productos derivados del petróleo, derivados del formol, detergentes abrasivos, derivados del mercurio y solventes son agentes que la afectan tarde o temprano, provocando todo tipo de problemas y afecciones que permeabilizan o inhiben nuestra primera y más importante barrera de protección de la salud de nuestro organismo.
Se necesita de una buena nutrición de nuestra piel para mantenerla joven y saludable, sin manchas, decoloración de su pigmentación natural, arrugas y envejecimiento prematuro, etc.
Nutrimos nuestra piel desde dentro y por fuera. Todos los nutrientes y alimentos que consumimos, mientras más saludables más benefician a nuestra piel, ya que si consumimos productos artificiales, como saborizantes, colorantes y conservantes en demasía, nuestro organismo intentara eliminarlo por todos los canales disponibles y nuestra piel se llenara de toxinas, generando con la acumulación un sinfín de trastornos dérmicos.
Pero existe otra forma de nutrición y es la que brindamos directamente sobre la piel. Emulsiones, cremas y geles entre otros, son productos diseñados y desarrollados para brindar confort y nutrición, existe una increíble variedad y diversidad de estos productos, pero nuevamente nos encontramos con el mismo problema, sino son saludables los productos que usamos, es posible que a la larga causemos más daños que ayuda.
Si tomáramos por costumbre leer la letra pequeña de las etiquetas y envases de los productos que consumimos para nuestra piel, caeríamos en el asombro al descubrir la infinita cantidad de componentes químicos sintéticos que tienen la mayor parte de los productos que usamos. Muchos son sumamente dañinos para la piel y se acumulan en nuestro organismo durante años sin que este pueda eliminarlos, haciendo que la piel sea cada vez más sensible, intolerante y permeable, envenenando de a poco todo el organismo.
Jabones, champuses, acondicionadores, desodorantes, cremas, emulsiones y geles deberían ser en su mayoría, naturales, vegetales y libre de petrolatos, aceites minerales y químicos sintéticos, de lo contrario estaríamos atentando contra nuestra propia piel y la salud de la misma. Es importante que cuando elijamos un productos cosmético o de higiene, elijamos uno que cuide nuestra piel y no uno del cual tengamos que cuidarnos.
La prudencia no basta cuando se trata de proteger la salud de las personas y el medioambiente ante una exposición a los productos tóxicos que afectan nuestra piel y nuestra salud. Los gobiernos y los entes regulatorios deben intervenir, exigiendo que se indiquen los ingredientes peligrosos en unas listas fáciles de consultar y, antes que nada, prohibiendo las sustancias químicas nocivas en los productos comercializados.
Tomar conciencia de qué estamos ingiriendo o usando para nuestra piel, es sumamente importante a la hora de preservar nuestra salud y la de nuestros seres queridos. Orientarse hacia un consumo consiente de productos libres de químicos sintéticos parece ser nuestra única defensa a lo que parecería ser una guerra química de la industria contra el ser humano.
Todos somos responsables, ayudanos a mejorar.
Ignacio Conde
Nota Publicada en la Revista Convivir en Abril de 2015
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