Las estrategias comerciales de las empresas han cambiado drásticamente en la era del Marketing y la publicidad. Con las primeras Agencias Publicitarias se buscaron estrategias de posicionamiento de Marca y de Producto. Esto dio tan buenos resultados para las empresas y sus ventas que en muy poco tiempo todos los empresarios y muchas veces los emprendedores también elegían este método de tercerización de sus estrategias comerciales a las agencias.
Estas Agencias crecieron tanto, que en poco tiempo muchas se convertirían en los grandes tiburones del mercado. Comenzaron a comerse a los más chicos y cuando ya no encontraron nada que comer, empezaron a comerse a sus propios clientes, para luego ir por los consumidores, en el afán de comérselo todo y dominar el mercado.
Lo sepan o no estas primeras Agencias de Publicidad impusieron un modelo y un modus operandi en las estrategias de mercado que cobraría vida por sí misma. El modo en que esto sucedió, es la herramienta que da comienzo a la era del Marketing. Se propusieron a las empresas de marcas y productos, estrategias de estudios de mercado para saber, cual, o que, o donde, un producto o una marca, podría ser más deseado o necesitado. Y ofrecerlo incluso antes que el consumidor lo revelara de su inconsciente y se diera cuenta de que era lo que quería. La publicidad ya lo sabía y se lo ofrecía desde todos los ángulos y perspectivas.
De este modo este sistema no solo dejo cautivos a las empresas y emprendedores de sus estrategias de Marketing sino, que poco a poco fue devorándose también los sueños, deseos y necesidades de los consumidores, para anticiparse y ofrecerles todo hecho y listo para llevar, lo necesites o no, lo desees o no, tienen todo listo para vos.
Hoy en día la mayoría de los productos que consumimos no los necesitamos y muchos ni siquiera los deseamos, es un tenue pulso imperceptible que casi mecánicamente nos lleva a tomarlo, llevarlo, probarlo y consumirlo, como con una voluntad e idiosincrasia anestesiada. Creyendo que tenemos un verdadero poder de elección, nos convencemos cada día de que la comida chatarra no puede ser mala si la hace Mc Pato, que las bebidas artificiales son lo mejor si las hace Cola Loca. Que las harinas y el azúcar no pueden ser malas ni estar contaminadas porque para eso hay regulaciones y las empresas las respetan. Creemos que un producto que dice en la etiqueta “sabor a chocolate”, tiene chocolate y no un saborizante que lo simula.
Nos convencemos porque ellos mismos nos dicen que es así como debemos pensar, en forma indirecta, pero constante, a través de publicaciones, afiches en las calles, videos en la TV y la Tablet o el teléfono, en el cine y si también en los colegios y hospitales. Bombardeados y saturados de información, de imágenes, de jingles, anestesiamos nuestras dudas y nuestros miedos y confiamos en el slogan que nos brinda una falsa seguridad que elegimos comprar.
Esa falsa seguridad que nos brinda el Marketing termina siendo la fina y a veces grosera perversión con que nos dan un veneno haciéndonos reír muertos de placer como si el marketing nos drogara y perdiéramos el sentido común. Perdemos de vista nuestra propia salud e importancia consumiendo productos que nos llevan a la diabetes, a la obesidad, las intolerancias y las alergias y dejamos que nuestros propios hijos lo hagan sin el menor cuidado o atención de que es lo que están consumiendo.
Somos ignorantes de cuáles son los químicos que endulzan, saborizan, emulsionan, dan aroma o mejor textura, para nuestro paladar, olfato y tacto, para nuestro cabello y nuestra piel y presentarnos y lucirnos ante los demás, usando lo que está a la moda y olvidando que contiene y como se hace aquello que consumimos.
Compramos un producto y nos sorprendemos de lo bueno que es comparado con el anterior y lo adoptamos y nos hacemos adictos, aunque al poco tiempo ese producto ya no de los mismos resultados, porque ya está impuesto y entonces hay que bajar la calidad para abaratar costos y tener mayor rentabilidad con el fin de alimentar a quien lo va a sostener en el mercado, el Marketing.
Hoy en día el Marketing determina lo que consumimos, lo que tenemos que consumir, y lo que deseamos consumir. Gracias a él nos abarrotamos de productos innecesarios y cambiamos nuestros modelos de productos con mucha mayor rapidez que la que necesitamos y llenamos el planeta de chatarra de descarte y obsolescencia programada. Generando más basura y contaminación de la que podemos reducir en varias generaciones, suponiendo que dejemos de producirla.
Antes uno podía decir “estoy loco, pero no tomo pintura”, hoy ya no, hoy no sabemos que comemos o que tomamos, de eso no tenemos la más mínima seguridad ni información. El Marketing se encarga de ocultarnos esa información y mantenernos ignorantes para que nuestra atención se fije en otra cosa y no en el verdadero contenido y proceso de producción de lo que consumimos.
El saber que es dulce, pero no que lo endulza, y saber que es rojo o verde pero no que le da el color, es lo que nos deja indefensos. Cada vez más los ingredientes se denominan con siglas y números para dejarnos atónitos en la ignorancia, consumiendo lo que el marketing no dice que es lo mejor.
El consumidor adormecido pareciera no saber que el poder lo tiene el, que, si todos deciden no consumir más un producto, este, desaparece del mercado y que si el consumidor despertase lo primero que dejaría de consumir es eso que le hace mal, que no desea, ni necesita y dejaría de confiar en un Marketing, hoy por hoy, fraudulento y engañoso.
Un buen producto, saludable, eco sustentable, no necesita un Marketing de este tipo, un producto así solo tiene que comunicar sus ingredientes y su proceso de producción. Instruirnos y educarnos en las buenas prácticas de convivencia entre el hombre y el medio ambiente. Un consumidor responsable, un consumidor consiente, no dudaría en elegirlo, por su calidad y transparencia desde su origen a su mano.
Al Marketing de la ignorancia hay que responderle con compromiso, responsabilidad y sabiduría. El poder lo tiene la demanda y no la oferta como nos quieren hacer creer desde el Marketing de la Ignorancia.
Ignacio Conde
Nota Publicada en la Revista Convivir en Octubre de 2016
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