Sin darnos mucha cuenta, ya hemos entrado en una nueva era, ya pertenecemos a otro tiempo, por ende, a otro espacio, la entrada a un nuevo mundo.
Por Ignacio Conde. Publicado en Convivir Press, Febrero 2022.
Para muchos esto representa una crisis existencial; existimos mentalmente en un mundo viejo que ya pasó, pero el entorno nos abruma con nuevos paradigmas y nuevos significados. Las respuestas que venimos dando, a los problemas que nos presenta este nuevo mundo, pertenecen a otro, del pasado, no dan resultado y nos confunden. Los más creativos, encuentran nuevas respuestas, otros insisten en generar un resultado diferente sin dejar de hacer siempre lo mismo. De esta crisis no se sale sin un cambio consciente o un cambio de conciencia. Ser más conscientes de dónde estamos, de qué nos rodea y cómo interactuamos con ello, siendo quienes somos, implica un reconocimiento honesto y consciente.
El despertar de la nueva consciencia no se presenta en forma ideal o utópica lloviendo espontáneamente del “nuevo mundo”, sino que nace entre las propias ruinas del anterior. En las ruinas esta todo lo que se necesita para construir un puente hacia él. Miles de millones de seres humanos experimentan hoy -en todas partes del mundo- esa crisis existencial que se manifiesta por la pérdida de significado y por un vacío interior difícil de llenar con lo que nos ofrece esta civilización que ya ha muerto. Esto sucede independientemente de las condiciones sociales, económicas o culturales en que se encuentre la persona.
Es una crisis global que afecta a toda la existencia humana. Es un choque frontal entre el Hombre Nuevo con una nueva conciencia y el Hombre Viejo acostumbrado por herencia cultural a ser esclavo de sus vicios y costumbres. Se derrumban las viejas estructuras ya en ruinas, tanto en la civilización muerta, como en el interior del hombre. La mentalidad, la emocionalidad, los deseos y las necesidades que hasta ayer sostenían nuestra existencia, nos daban un pro- pósito y nos llenaban de significado, hoy, ya no cumplen esa función, tampoco nos sirven en el mundo de las relaciones. Hasta las formas del amor quedaron anticuadas, la gente desea amar, pero ya no sabe cómo. La sole- dad es lo previo al vacío existencial. Las cosas jamás volverán a ser lo que fueron, los valores que ayer se cultivaban ya no se sostienen. Esta crisis existencial ha invadido el sistema humano.
El ritmo de la vida se ha acelerado en todos los sentidos, tanto en el interior del hombre como en la cultura. Esta colisión entre el ritmo de la vida y el tiempo del hombre, es lo que nos deja desamparados ante la soledad de nuestra existencia.
Ya nada es, como lo que esperábamos, tampoco lo que tenemos para ofrecer- le a la vida, es lo que la vida nos exige; y esto ha afectado al mundo entero, incluyendo al de las relaciones. Llenamos el vacío y tapamos el dolor con superficialidades y banalidades. La relación con la muerte ha cambiado, estamos experimentando un nuevo tipo de muerte que aún no comprendemos, es una muerte en vida, aislados, una colisión en el tiempo y con el futuro.
Miles de millones de seres humanos que transitan en este tiempo, les ha cambiado la vida, el viejo mundo se derrumbó estrepitosamente y fueron lanzados de golpe al vacío de un abismo existencial. Hoy nos encuentran aturdidos, confundidos, desorienta- dos sin saber hacia dónde ir, no hay un puente entre el viejo mundo y el nuevo, solo un abismo, el puente debemos construirlo nosotros mismos sino queremos quedar atrapados en un mundo muerto. Esta crisis existencial de la civilización también abre la puerta a una nueva dimensión de vida. Pero no todos quieren cruzarla, construir nuevos puentes. Pretender volver atrás es imposible, “uno no cruza dos veces un mismo rio”, una vez derrumbado el viejo mundo es imposible volver a habitarlo o se asume la libertad o se vaga en el desierto de la incomprensión.
Armonizar con la incertidumbre, será el único modo de transitar el proceso … ¿o el alma humana tendrá nuevas respuestas?.
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