El sentido común humano
Estamos cambiando a pasos agigantados, casi sin darnos cuenta la Nueva Normalidad se instala silenciosa e inevitablemente. Nuevos paradigmas, nuevos modelos, nuevos prejuicios, nuevos estigmas, nuevos formatos y nuevas convenciones se instalan casi en forma imperceptibles para darnos cuenta de pronto, que todo parece una ficción, literatura o la narrativa incierta de un teatro improvisado. Lo cierto es que nuevos hábitos se instalan, nuevas ropas, nuevos códigos y nuevos contratos.
Una nueva forma de comunicarnos y relacionarnos nos atropella, nos empuja a nuevos modos y nuevas herramientas ante lo urgente de seguir operando en una realidad que se desdibuja, que se desvanece. Las películas y las series ya no reflejan la realidad que estamos viviendo, la nueva normalidad las ha dejado desfasadas de tiempo. Como Shakespeare dice “El tiempo se ha desquiciado” y comienzan a provocarnos cierta incomodidad, vamos perdiendo identificación con todo lo que tiene que ver con la anterior normalidad.
Esto también se refleja en las relaciones interpersonales, familiares, laborales, amistosas, todo cambio de modalidad y formato y se nos presenta como nuevas comodidades e incomodidades que asumimos y adquirimos para sobrevivir sin caer en el caos, en la incertidumbre o en la depresión. Esta supervivencia depende de nuevos aprendizajes de lo habitual, de un reordenamiento y reacomodamiento impuesto en un estado de shock y de emergencia que no terminamos de asumir
Pero, esta reflexión, esta inversión de espejos, este volvernos en reversa, donde lo habitual se trastoca, donde el hogar y el trabajo se funden y se pierden formas y limites, donde el estudio y las relaciones familiares, laborales y amistosas se viven a través de pantallas, nos invita a vivirnos y habitarnos en una intimidad encubierta de soledad, donde las banalidades, ya no nos acompañan ni nos contienen.
Mientras la Nueva Normalidad nos envuelve capa tras capa como una crisálida para nublarnos un futuro impredecible de gusanos o mariposas, los valores se trastocan y comenzamos a repensarnos en una nueva comunidad, con otros intereses y otras necesidades. Estos valores nuevos en muchos casos es un volver a los orígenes. Una nueva sensibilidad rescata poco a poco los valores perdidos tras un consumismo alienante que nos catapulto al desastre ecológico más grande que se tenga memoria en la cultura humana.
Un común denominador se nos presenta como parte de la urgencia, no podemos volver al estado anterior pre-pandemia, ya que las cosas no estaban funcionando, tampoco podemos quedarnos en el estado actual porque las cosas no están funcionando para muchos millones de personas, nos urge pensar como comunidad, la Nueva Normalidad y como volver a poner en marcha una cultura que se ha desmadrado en un patriarcado obsoleto y violento con resultados negativos para la especie y su hábitat.
Debemos comprender que la urgencia ya no pasa por lo que vamos a hacer nosotros por las futuras generaciones, sino que van a hacer las nuevas generaciones con nosotros, ya que nosotros somos el problema y nos cuesta reconocerlo o ceder a las nuevas generaciones el poder de decisión. Pero está claro que hay que resolver los problemas con nuevas miradas y con nuevas herramientas. Debemos repensar los métodos de producción y de intercambio para volver a un consumo saludable y sustentable.
Hoy más que nunca necesitamos una mirada holística con conciencia del lugar, pero también con una conciencia más global que nos abarque como culturas particulares y como especie en general, dentro del contexto de la armonía universal ya existente y no en contra de esta misma.
Si podemos devolvernos a nosotros mismos el sentido común de la especie humana muy posiblemente encontremos el camino de regreso a la verdadera normalidad en armonía con el hábitat y todas las especies incluyendo la nuestra.
Ignacio Conde Nota Publicada en la Revista Convivir en Julio de 2020
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